Meter el mundo en una página. Sentir el repiqueteo de las teclas del ordenador, o mejor aún, ver como se seca la tinta de una pluma estilográfica en un cuaderno conservado a duras penas con un poco de pegamento y una goma. El instante en que me siento más viva es aquel en que releo una frase, un pasaje, una idea que he detenido para siempre en el blanco del papel transformándolo a mi manera. Es difícil hacer comprender eso a los que piensan que la vida es tan sólo el armazón que en el pasado tenías por cierto; a quien ha dejado de emocionarse, prisionero de las innumerables dificultades de la vida. Como si las dificultades fueran únicamente un mal rollo cuando, en cambio, son ocasiones, posibilidades de demostrar que podemos conseguir lo que pretendemos. ¿Soy una idealista? ¿Una loca? ¿Una soñadora? No lo sé. Tengo quince años, miro alrededor y veo que la vida es dura. Si, pero tambien espléndida. Conozco los problemas del mundo, no escondo la cabeza debajo del ala, se que es difícil encontrar un trabajo que no te dé simplemente lo suficiente para sobrevivir, sino que, además, te permita expresarte y vivir de una manera digna. Y también soy consciente de las innumerables injusticias y violencias que nos rodean. No obstante, no he perdido la esperanza. Me conmuevo al comtemplar un amanecer, daría lo que fuese por un amigo sin sentirme pobre por ello. Danzo con la vida, la invito a bailar, la abrazo sin excederme, la miro a los ojos y la respeto y la amo, al igual que adoro la mirada de un hombre enamorado. Eso es. Me gustaría estar en esa mirada, dentro, siempre, ser su sueño, hacer que se sienta perfecto y único como la gota de rocío que por la mañana ilumina de repente el pétalo de una violeta.
jueves, 16 de junio de 2011
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Meter el mundo en una página. Sentir el repiqueteo de las teclas del ordenador, o mejor aún, ver como se seca la tinta de una pluma estilográfica en un cuaderno conservado a duras penas con un poco de pegamento y una goma. El instante en que me siento más viva es aquel en que releo una frase, un pasaje, una idea que he detenido para siempre en el blanco del papel transformándolo a mi manera. Es difícil hacer comprender eso a los que piensan que la vida es tan sólo el armazón que en el pasado tenías por cierto; a quien ha dejado de emocionarse, prisionero de las innumerables dificultades de la vida. Como si las dificultades fueran únicamente un mal rollo cuando, en cambio, son ocasiones, posibilidades de demostrar que podemos conseguir lo que pretendemos. ¿Soy una idealista? ¿Una loca? ¿Una soñadora? No lo sé. Tengo quince años, miro alrededor y veo que la vida es dura. Si, pero tambien espléndida. Conozco los problemas del mundo, no escondo la cabeza debajo del ala, se que es difícil encontrar un trabajo que no te dé simplemente lo suficiente para sobrevivir, sino que, además, te permita expresarte y vivir de una manera digna. Y también soy consciente de las innumerables injusticias y violencias que nos rodean. No obstante, no he perdido la esperanza. Me conmuevo al comtemplar un amanecer, daría lo que fuese por un amigo sin sentirme pobre por ello. Danzo con la vida, la invito a bailar, la abrazo sin excederme, la miro a los ojos y la respeto y la amo, al igual que adoro la mirada de un hombre enamorado. Eso es. Me gustaría estar en esa mirada, dentro, siempre, ser su sueño, hacer que se sienta perfecto y único como la gota de rocío que por la mañana ilumina de repente el pétalo de una violeta.
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