jueves, 15 de marzo de 2012

Restos de vida

Días que pasan, pisándose los unos a los otros.
La gente se pasea por la calle observando las luces de las farolas rozando el cielo... entre la multitud, muchos niños que no alcanzan a los cinco años agarran fuertemente las manos de sus padres mientras son conducidos por unas calles empedradas que no conocen y que son demasiado largas para sus pequeños pies.


Y yo... Yo estoy ahí en medio.
Parada en medio de la calle con mi abrigo negro, observando el todo y la nada con el pulso a mil por segundo. No se por qué. No recuerdo estar esperando a nadie, pero estoy parada en medio de la calle con los ojos en blanco como si nada importara nada.
Entre empujones de gente que se me emborrona sin que si quiera llegue a mirarles a los ojos.
Y nadie parece sorprenderse de que yo esté ahí.
Simplemente siguen su curso.
Y yo cada vez más extrañada de esa rara situación en la que me veo y de la cual curiosamente no sé cómo salir. Sólo quiero despertarme.


En mi cabeza hay miles de canciones mezcladas unas con otras, intento entonar alguna, pero la voz no sale. Es extraño, jamás perdí la voz en toda mi vida... y ahora me parece no tener cuerdas vocales. En mi cabeza muchas caras y muchas miradas de ojos brillantes, pero no consigo situar los ojos correspondientes en la persona correcta... Labios...que susurran.
Y en el alma miles de recuerdos alborotados: caricias, abrazos, besos, gemidos, gritos, lágrimas y sonrisas... recuerdos que se agolpan en mí, que me pesan y que no puedo evitar dejar salir a modo de lágrimas mientras aprieto los puños con la mano izquierda, y con la derecha me agarro fuertemente a un trozo de mi abrigo negro como si fuera a caerme por un precipicio.
Y la gente sigue pasando.


Y los niños siguen de la mano de sus padres, demasiado pequeños para esas calles empedradas.
Y yo sigo parada ahí en medio derramando todo mi ser, que resbala en forma de agua salada por mi cara y cae al suelo con un sonido que nadie escucha.
Y toda mi memoria pasa por delante de mis ojos a cámara rápida una y otra vez, todos los golpes con sus consecuentes caídas al suelo, todos los besos con sus consecuentes suspiros, todas las sonrisas con sus consecuentes abrazos...
En días como éste me gustaría que alguien me sacara de aquí y me dijera que estoy a salvo, que no estoy sola, que no pasa nada...
Pero sé que es imposible.


Inmóvil en la calle empedrada llena de gente, dominada por las luces de las farolas que rozan el cielo... mis mejillas duelen con el frío que se desata a mi alrededor y que me corta la piel como si fuera una daga. Y sigo aquí sin dar ni un paso, con el corazón en la mano como si fuera a dejarlo caer allí mismo, habiendo perdido toda mi fe en el mundo y en mí misma.
El cuerpo me flaquea y las rodillas me tiemblan, y entre estertores de una infancia mal vivida y una madurez mal aceptada, me derrumbo sobre un banco sin fuerzas, sollozando como una cría.
Una cría que sabe que va a morir.


-''Creo que voy a morir''.
Empiezo a aceptarlo con resentimiento, y mi alma solloza sin ningún tipo de control...
-''Voy a morir...''
Y ahora sí, he vuelto a la realidad. Lo sé porque hay personas que se paran delante de mí preguntándome qué es lo que me ocurre, y yo sólo me dejo caer apoyando así mi frente en mis rodillas frías, rodeada de gente con prisa y sin tiempo en el reloj ni en los bolsillos.
-''Voy a morir''.
Pero no quiero. Me he pasado media vida auto convenciéndome de mis fuerzas como para que con tan corta edad sepa que voy a morir...
-''No eras tan fuerte como pensabas, ¿verdad?''
Y escucho tu voz entrecortada en mi cabeza, siento tu mirada acosándome.
Nunca fui fuerte. Nunca lo seré. Y ha llegado el final. Sé que no viviré eternamente, pero al menos puedo contentarme con haber podido saborear tu derrota al saber que te pudrirás en vida antes que yo en muerte... Porque quienes llevamos la vida por nombre no morimos jamás.

Párrafos que resumen una vida.

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