Eco cumplió el encargo a la perfección, entreteniendo a Juno con sus inacabables historias... hasta que ésta se dio cuenta de su engaño. Entonces estalló en furia, diciendo '' A partir de ahora, podrás parlotear todo lo que quieras, pero ni una sola de las palabras que digas será tuya.'' Y con ésta frase, hizo que la vida de Eco cambiara radicalmente para mal. A partir de ese día, Eco se limitó a repetir las últimas palabras de lo que decían los demás. Su voz se convirtió en un simple espejo, roto y confuso, de las palabras ajenas. Eco ya no podría conversar con nadie, ni expresar sus sentimientos ni desahogar su alma. Se sentía tan avergonzada que se retiró a lo más hondo del bosque para que nadie pudiera verla.
Una mañana, descubrió entre los árboles a un joven cazador. Le encantaron sus ojos y sus manos, y el aire distinguido de su modo de andar. Al mirar a aquel joven, Eco notó una brecha de luz en las tinieblas de su alma. Aunque jamás había estado enamorada, reconoció al instante los síntomas del amor. Habría querido acercarse a aquel muchacho y confesarle lo que estaba sintiendo, pero su voz no servía para esas cosas... De repente, Narciso ( así se llamaba el cazador ) se dio cuenta de su presencia. Intentó hablarle, pero ésta no hacía mas que repetir lo último que él decía. Eco se sintió tan impotente que decidió demostrar con hechos lo que no podía decir con palabras, así que se acercó a Narciso y lo abrazó con todas sus fuerzas. El joven quedó tan sorprendido que la apartó de un empujón, tratándola de loca.
Nadie podría describir lo que Eco sintió en aquel momento. El desdén de Narciso fue un zarpazo brutal que trastornó para siempre su castigado corazón. Abatida, Eco se refugió en una cueva, donde permaneció durante muchos días, con el dolor del alma en carne viva, lamentándose sin descanso de todos los bienes y alegrías que le estaba prohibiendo el destino.
En 'realidad', Eco no fue la primera víctima de Narciso, ni habría de ser la última. Bajo su rostro, se escondía en realidad un corazón muy áspero. Pero Eco no podía aceptar que Narciso tuviera defectos, así que justificaba su desdén y se culpaba a sí misma. Encerrada en el laberinto de su pena, del que le era imposible escapar, Eco dejó de comer y de dormir. Para ella, el amor no fue una suma sino una división, pues, en lugar de conquistar a Narciso, acabó por perderse a sí misma. Abandonada a la furia del dolor, se fue apagando poco a poco igual que un fuego que nadie alimenta. Su cuerpo entero se encogió como una flor marchita, y todo su ser acabó por consumirse. Sus manos y su boca, sus ojos y sus huesos se convirtieron en aire, y lo único que quedó de su persona fue su voz lastimera, que seguía repitiendo sin sentido las palabras que la gente decía en el bosque.
La tragedia de Eco indignó a las demás ninfas, que pidieron ayuda a Némesis, para que castigara su crueldad. La venganza se cumplió. Narciso, que nunca se había visto a sí mismo, se acercó a un lago a beber agua. Al inclinarse, descubrió algo asombroso : en el fondo del agua, como un magnífico ahogado de ojos abiertos, había un muchacho que lo estaba mirando. Tenía la mirada verde y la piel pálida, y era más bello que la luz del sol. Narciso no comprendió que se estaba viendo a sí mismo, hasta que sus dedos rozaron el agua, y la cara se deshizo en una desbandada de ondas azules.
A pesar de que su madre, Liríope, intentaba sacarlo de su ensimismamiento, él no atendía a razones. Todo lo que ocurría a su alrededor había dejado de interesarle. Lo único que le importaba en la vida era aquel rostro perfecto que se reflejaba en el espejo del agua mansa. Desde aquel día, Narciso no hizo otra cosa más que adorar su propia imagen. Dejó de comer, dejó de dormir, y ni siquiera se atrevió a beber agua, por miedo a deshacer la hermosura que lo tenía cautivado. Así, insensible a todo salvo a su propia belleza, se fue acercando a la muerte. Un día, ya en el límite de sus fuerzas, susurró con voz resignada:
- Mi amor es inútil...
Entonces la ninfa Eco, que, aunque invisible, permanecía a todas horas junto a Narciso, repitió con voz muy triste:
-Mi amor es inútil...
Cuando Narciso murió, las ninfas fueron a buscarlo para incinerarlo, pero no lograron encontrar el cadáver. Y es que, al morir, Narciso se había transformado en una flor de intenso perfume que brota desde entonces junto a la charca todas las primaveras. Se llama narciso, y tiene el aire contemplativo y orgulloso de los hombres que solo se quieren a sí mismos.
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